Un comentario sobre Hope in hopeless times de John Holloway

Alberto Bonnet

Adorno les recuerda a sus alumnos que la dialéctica hegeliana es “una filosofía de la identidad” y después añade que, en Hegel, “en cada una de las determinaciones que puede hallar el pensar en general [aclaro yo: en cada uno de los escalones de la construcción de su sistema] se hace visible la no-identidad, es decir, se hace visible que el pensar y su objeto no coinciden uno con otro, pero que el compendio de todas las determinaciones a las que puede elevarse en general el pensar, o la totalidad de todas las determinaciones de la filosofía [vuelvo a aclarar: su sistema idealista], produce precisamente en sí misma esta identidad absoluta, o quizás haya que decir, con mayor cuidado y mayor rigurosidad hegeliana, que la produce y que ella como totalidad, como compendio de las contradicciones singulares puestas en ejecución, es identidad absoluta. Esto quiere decir que en ese todo que la filosofía, en Hegel, reivindica ser, las contradicciones quedan, a un tiempo, vivas y superadas [aufgehoben] en la filosofía como un todo” (esto en el seminario Introducción a la dialéctica, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2013, p. 40-1). La verdad es la identidad absoluta que reina en los cielos del sistema, las contradicciones son meros escalones terrestres para alcanzarla.

Este procedimiento es el que Holloway rechaza en Hope in hopeless times. Él quiere que la contradicción entre riqueza y mercancía y las demás “se mantengan vivas”, es decir, que no sean “superadas en la filosofía como un todo”. Las contradicciones que enfrentamos en nuestra vida cotidiana no son escalones de una escalera que nos conduzca hacia las alturas celestiales de su reconciliación en el sistema –y ni siquiera de una que nos conduzca necesariamente hacia el abismo infernal de la crisis, tomada como “la gran contradicción”… Son más bien contradicciones no superadas [nicht aufgehoben], o sea, contradicciones que seguimos enfrentando aquí y ahora, en nuestra vida cotidiana. Esta es una diferencia clave entre la dialéctica positiva (idealista) y la dialéctica negativa (materialista). La dialéctica positiva reduce las contradicciones a escalones de una escalera que conduce al sistema. Procedimiento que tiene evidentes raigambres místicas: la escalera de Jacob, la scala paradisi de Johannes Climacus. “Hegel es un Juan Climacus –anotaba Kierkegaard en este sentido-, que no toma al cielo por asalto trepando monte tras monte, sino que lo ´escala´ a fuerza de silogismos” (Diario íntimo, Buenos Aires, Santiago Rueda, 1955, p. 68). Era muy pillo Kierkegaard en su manejo de las metáforas… La dialéctica negativa, en cambio, no reduce las contradicciones a escalones de la escalera hacia el sistema, sino que las dispone en constelaciones. Y ahí deja a esas contradicciones, sin ningún apuro por reconciliarlas de una manera ideológica; ahí las deja, desgarrando las relaciones sociales que esas atraviesan, hasta que las formas que revisten estas relaciones no sean materialmente suprimidas. Así, por ejemplo, Marx deriva la forma dinero a partir de la contradicción inherente a la forma mercancía. Y atribuye a esta derivación un carácter necesario, desde un punto de vista lógico. Pero Marx nunca jamás afirma que la forma dinero resuelva esa contradicción de la forma mercancía. Este es, me parece, uno de los mayores aportes de la manera en que Holloway examina las contradicciones del capitalismo. A saber, sin escaleras.