Reseña del libro Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno, de Donna Haraway (2019)
El texto abre fuerte: “Vivimos (todos los seres sobre la tierra) en tiempos perturbadores, tiempos confusos, tiempos turbios y problemáticos. La tarea es volvernos capaces de dar respuesta de manera recíproca, en todos nuestros arrogantes tipos” (p. 19). Los tiempos confusos hacen necesario el resurgimiento. La tarea requiere la generación de agitaciones y suscitar respuestas a la devastación. La propuesta de “seguir con el problema” no trata de recordar el pasado o imaginar el futuro sino de “aprender a estar verdaderamente presentes” (p. 20). Para nombrar lo anterior, la autora utiliza palabras de etimología griega (khthon y kainos) para formar el concepto Chthuluceno, que refiere a un tipo de “espaciotiempo para aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad en una tierra dañada” (p. 20). Es decir, adquirir habilidades para responder.
Los chthónicos son seres de la tierra, humus multibichos, monstruos que performan la materialidad de la vida y no quieren relacionarse con las ideologías ni son propiedad de nadie. A lo largo de la historia se ha intentado exterminar a los chthónicos, hasta ahora “los tiempos llamados Antropoceno y Capitaloceno son las últimas y más peligrosas de estas fuerzas exterminadoras” (p. 21).
Una posible salida está en el Chthuluceno como un “vivir-con y morir-con de manera recíproca y vigorosa” para hacer frente a los mandatos del Ántropos y el Capital. Esto requiere de parientes. “Pariente es una categoría salvaje cuya domesticación es intentada por personas de todo tipo” (p. 21). Generar parentescos raros es problemático dado que aparecen preguntas diversas: cómo adquirirlos, dónde y a quiénes conectan y desconectan y qué pasa con ellos. “¿Qué debe cortarse y qué enlazarse para que los florecimientos multiespecies sobre la tierra (incluidos humanos y alteridades-no-humanas en parentesco) tengan una oportunidad?” (p. 21).
Las respuestas que ofrece el libro se aproximan con “SF”, se trata de varios recursos representados por la ciencia ficción, la fabulación especulativa, las figuras de cuerdas, el feminismo especulativo y hechos científicos. Usar el SF y el juego de cuerdas en un triple sentido: (i) SF es un método de rastreo; por ejemplo, seguir el camino de los hilos en el juego de cuerdas; (ii) la figura de cuerdas es la cosa en cuestión, el “patrón y ensamblaje que requiere respuesta” (p. 22) y (iii) es “hacer figuras de cuerdas es pasar y recibir, hacer y deshacer, coger hilos y soltarlos” (p. 22). Así, “SF es práctica y proceso” (p. 22).
El libro y la idea de “seguir con el problema” se irritan ante dos respuestas frecuentes a los problemas del Antropoceno y el Capitaloceno. La primera es la fe en las soluciones tecnológicas, seculares o religiosas. Estas no son el enemigo, aunque es menester recordar que se les debe situar junto con sus gentes. La segunda (aún más destructiva que la primera) es adoptar la postura de que ya nada puede hacerse. La actitud apocalíptica, que tiene sentido frente a escenarios como la sexta gran extinción de la tierra, las grandes aceleraciones y abrumadoras guerras, debe trazar la línea entre “el reconocimiento de la vastedad y seriedad de los problemas y el sucumbir a un futurismo abstracto y a sus afectos de desesperación sublime y sus políticas de indiferencia sublime” (p. 24).
Separándose del futurismo, este libro argumenta que “seguir con el problema” es una tarea seria y más animada, que requiere generar parentescos raros, dado que nos necesitamos recíprocamente en combinaciones insospechadas. Estas relaciones son situadas, enredadas y mundanas. Desde la experiencia y pericia individual sucumbimos a la desesperación o a la esperanza; ninguna de ambas es una actitud sensata, ya que no están en sintonía con los sentidos ni nos enseñan a “jugar figuras de cuerdas con especies compañeras” (p. 24).
El libro inicia con tres capítulos que rastrean historias y figuras con el fin de generar parentescos en el Chthuluceno y así romper ataduras con el Antropoceno y Capitaloceno. El primer capítulo trata sobre las historias hogareñas de las palomas. El segundo es acerca de la incapacidad del individualismo para “pensar con”, por lo que la palabra “simpoiesis” que significa “generar-con” es clave en el capítulo (p. 25). El tercer capítulo relaciona la simpoiesis en la biología ecológica y evolutiva del desarrollo y en los activismos de arte-ciencia en cuatro lugares turbulentos: “los holobiomas de los arrecifes de coral; la zona carbonífera de Black Mesa en las tierras navajo y hopi y otras zonas de extracción de combustibles fósiles, con impactos especialmente devastadores sobre los pueblos indígenas; los complejos hábitats forestales de los lémures en Madagascar; y las tierras y mares circumpolares de América del norte, sujetos a nuevos tipos de colonialismos y atenazados por el deshielo acelerado” (p. 25). Este capítulo hace figuras de cuerdas entre las biologías, artes y activismos a favor del resurgimiento multiespecies. Al igual que en el resto del libro, la creatividad de personas anima la acción en él.
En el capítulo 4 se exponen paisajes del Antropoceno, Capitaloceno y Chthuluceno y se alega a “generar parientes, no bebés”. Las feministas abogan por la libertad reproductiva pero no han considerado seriamente al aumento desmesurado de la cantidad de humanos que sucede desde 1950. Para seguir con el problema se erige la pregunta cómo tratar la urgencia. La libertad reproductiva feminista no puede tratarse únicamente de un asunto humanista, ni tampoco ser simplemente “futurista” y prestar atención solo a los datos masivos. El copioso aumento de personas no se le puede imputar al Capitalismo, por lo que es necesario “empezar a pensar colectivamente de manera innovadora, a lo largo y ancho de los diferentes posicionamientos históricos y tipos de conocimientos y experiencia” (p. 27).
El capítulo 5 inicia con relaciones íntimas y personales entre mujer y perro. “El tema central es habitar con intensidad cuerpos y lugares específicos como medio para cultivar la capacidad de responder a las urgencias del mundo de manera recíproca” (p. 28).
La ciencia ficción y el hecho científico se entremezclan en el capítulo 6 para dibujar las posibilidades de la biología ecológica y evolutiva del desarrollo, así como de las teorías de sistemas no jerárquicos. Las protagonistas son Ursula K. Le Guin, Octavia Butler, hormigas y semillas de acacia.
El trabajo de la filósofa, psicóloga, estudiante humano-animal Vinciane Despret sobre la sintonización y hazañas inesperadas de bichos que se vuelven mutuamente capaces es el contenido del capítulo 7. El trabajo de Despret es clave para seguir con el problema. Su atención a aquellas acciones que los bichos evocan juntos y de manera recíproca amplía las capacidades de todos los jugadores en la configuración de mundos. Este tipo de pensamiento modesto, que va más allá de las categorías y capacidades heredadas es requerido por las urgencias del Antropoceno, Capitaloceno y Chthuluceno. La curiosidad de Despret preparó el terreno para escribir sobre la recuperación y el resurgimiento multiespecies de la tierra como las tareas de las Cumunidades del Compost y los palabreros de los muertos.
El último capítulo es una invitación a una fabulación especulativa colectiva. En él se sigue la historia de una alianza simbiótica entre una niña y cinco generaciones de mariposas monarca que migran entre México, Estados Unidos y Canadá. “Estas líneas trazan socialidades y materialidades cruciales para vivir y morir con bichos al límite de la desaparición con el fin de que puedan continuar” (p. 29). Las Comunidades del Compost se comprometieron volverse recíprocamente capaces y a reducir radicalmente la cantidad de humanos durante algunos siglos, al tiempo que desarrollaron prácticas de justicia medioambiental multiespecies.
4. Generar parentesco. Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuluceno.
Los procesos antropogénicos han tenido efectos planetarios en inter/intracción con otros procesos y especies. También, la agricultura ha sido enorme. No obstante, los mayores terraformadores desde el inicio han sido y son las bacterias y sus parientes. Para “las cuestiones sobre el nombramiento relevantes para el Antropoceno, el Plantacionoceno o el Capitaloceno tienen que ver con la escala, la relación tasa/velocidad, la sincronicidad y la complejidad” (p. 154). Al considerar fenómenos sistémicos las preguntas deben versar en torno a la transformación de los cambios de grado en cambios de especie y la combinación de los efectos de las personas con los efectos de otros ensamblajes de especies orgánicas y de actores abióticos.
El punto de inflexión que cambia el nombre del “juego” de la vida sobre la tierra es más que el cambio climático, son también las cargas extra de química tóxica, minería, contaminación nuclear, agotamiento de cuerpos de agua, simplificación de ecosistemas, etc. Estos efectos se conectan en patrones que amenazan con un colapso importante dentro del sistema tras otro.
Se sugiere que el punto de inflexión entre el Holoceno y el Antropoceno puede ser la eliminación de la mayoría de los refugios por medio de los cuales ensamblajes de especies podrían reconstituirse, por ejemplo, la desertización o la deforestación. Esto está en línea con los argumentos de Jason Moore sobre el fin de la naturaleza barata: abaratar la naturaleza para sostener la producción ya no es posible porque la mayoría de las reservas de la tierra han sido exterminadas o extenuadas. Ni siquiera las vastas inversiones y tecnologías pueden revertir este hecho. El Antropoceno marca discontinuidades: la destrucción de lugares y tiempos de refugio para las especies. Así, más que una época, para Haraway, el Antropoceno es un “evento límite”: lo que viene después ya no puede ser como lo que vino antes. El trabajo entonces “es hacer que el Antropoceno sea lo más estrecho/corto posible y cultivar de manera recíproca, de todas las formas imaginables, épocas venideras que puedan restaurar refugios” (p. 155).
De ahí la necesidad de un nuevo nombre, que refleje tanto el juego colaborativo multiespecies como los poderes sinchthónicos de los que las personas formamos parte y en cuyo interior está en riesgo la continuidad. A esto refiere el Chthuluceno –pasado, presente y el por venir–. Chthuluceno son espacio–tiempos reales y posibles que agrupan los poderes tentaculares y las “entidades-en-ensamblajes intraactivas, que incluyen a más-que-humanos, alteridades-no-humanas, inhumanos y humanos-como-humus” (p. 156).
Las miles de historias y nombres de SF como los que se cuentan en este libro son necesarias en el Chthuluceno. Sirven “para reunir las complejidades y mantener los límites abiertos y ávidos de nuevas y viejas conexiones sorprendentes” (p. 156).
En el Chthuluceno se deben reunir fuerzas para reconstruir refugios y hacer posible una recuperación biológica-cultural-política-tecnológica sólida y parcial. Ante el cúmulo de pérdidas actuales, el florecimiento futuro no puede ser a partir de mitos de inmortalidad o del fracaso del devenir.
Todos somos compost, no posthumanos. El límite que representa el Antropoceno/Capitaloceno significa que una irreversible destrucción para las personas y los otros bichos está en marcha. Ante esto, propongo el eslogan “¡Generen parientes, no bebés!”. “Generar –y reconocer– parientes es quizás lo más difícil y urgente” (p. 157). Las feministas han logrado la gran hazaña de deshacer los supuestos vínculos naturales entre categorías como sexo, género, raza, nación, clase, morfología, reproducción y composición. Para que exista una ecojusticia multiespecies, las feministas deben ejercer liderazgo para desenmarañar la relación entre genealogía, parientes y especies. “Necesitamos generar parientes sinchthónicamente, simpoiéticamente. Sea lo que sea que seamos, necesitamos generar-con -devenir-con, componer-con- los ‘confinados a la tierra’” (p. 158).
Las personas debemos abordar las urgencias sistémicas, aunque vivamos en un “estado de agitación incierta” (p. 158). Los sinchthónicos componen y descomponen, pero la hegemonía humana no es una cuestión sinchthónica.
El propósito es hacer que “pariente” signifique algo más que entidades ligadas por su genealogía. Generar parientes es generar personas que no necesariamente son humanos; esto puede expandir la imaginación y cambiar la historia. Esto está permitido dado que “todos los terráqueos son parientes en el sentido más profundo, y ya es hora de empezar a cuidar mejor de los tipos-como-ensamblajes (no de las especies por separado)” (p. 159).
Donna Haraway ofrece una visión distinta y fresca de la crisis epocal caracterizada bajo los nombres de Antropoceno y Capitaloceno. Al alejarse de las posturas catastróficas o posthumanistas, Haraway propone virar hacia alternativas que nos permitan adaptarnos o “seguir con el problema” (el cual considera irreversible). Estas alternativas son diversas, situadas, fruto de distintas teorías y prácticas y deben incluir alianzas multiespecies en donde los humanos nos reconozcamos como “humus” o “compost”, es decir, como otra entidad que cohabita la tierra.
LET, IIE, UNAM, México, 2021