Luis Bardamu

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Libertad / Mi libertad / Palabras que resuenan en mi boca /
espesa de rabia / debajo de la ráfaga de disparos /
en medio del fuego / a pesar del peso de mis cadenas /
y la noche /persisto / sobre los brotes de ira.
(Fadwa Tuqan)


Antes sobrevino un antes.

Ahora las manos tejen mariposas de sangre detrás de las alambradas.
En estampido caen, como anillos de polvo, los corazones del tiempo.
Presagios desembozados.

Ahora: callejuelas, postigos, dientes, besos, todo tiembla.

Un día detrás de otro, cada momento se precipita para trasladar espanto.
Se advierte en los números, las geologías, las metafísicas.

Condensada en un naufragio de acero y fuego la historia del pueblo de Jacob se arroja sobre la tierra señalada, exacta como nimbo.

León en el desierto, abarrotado de perseverancia, tenaz a modo del ciclo, insaciable.

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¿Van a venir más? ¿Van a venir más? (Najwan Darwish)


Su travesía feraz avanza y cala bayonetas de
sollozos.
Caduca de soledad al prominente metal del miedo.

Ahora el israelita embiste, la tierra le pertenece.
Toda la tierra. Si hay vidas, también las vidas.
Todas. Aliyah.

Su reino de pavor aún no ha despertado al mundo. 

Ahora un vendaval de gorjeos malhechores encadena el aire que fluye entre las reminiscencias ocupadas.
Cuencas escarchadas de olvido, de gris, espacio y acero.

Allí donde cada lugar acusa el rasgo de sus moradores se pronuncia y consume.
Tanto como se hace, deshace.

Ahora una exótica claridad que arde en el vacío de todos los temores se escucha reventar.
Se percibe la aflicción en el detalle del contorno de luz efímera, antes del escombro.
Cada lugar está fuera del tiempo, desquiciado.
Absurdo el consuelo, casi obsceno.

Hasta el mar estáse está- bajo la sombra del continente, en ella hendido, reanudado una y otra y otra vez.

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Sí, contamos cabezas, contamos cuerpos, contamos alientos,
contamos el tiempo del amor en múltiplos: preguntamos
¿Cómo amaneció t
u madre, comiste bien, dormiste bien, aún respiras? (Alice Yousef)


Cada misil es infinitivo,
como espejo de un crimen no resuelto.

Un misil inteligente, dicen.
Pero un misil inteligente nunca estallaría sobre los niños.

Ahora emerge de la noche un soldado israelí, sacude la puerta.
Cae.
Lo vemos mirarlos con sesgos de fluidos infrarrojos.
Lo vemos apuntar; aúlla, apunta, apunta.
A través de dos océanos, siete mares, dos mil olivares, millones de zancadas.

Ya no se trata de ser hombre, o mujer, o mariposa multicolor.
En Auschwitz el judío fue musulmán.
En Gaza el palestino es judío, animal humano.

El ario arianiza, el judío judeiza. El colono coloniza.

Gaza, la exasperación de la libertad negada.

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Para escribir poesía que no sea política debo escuchar a los pájaros.
Para escuchar a los pájaros hace falta que cese el bombardeo. (Marwan Makhoul)

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Jaim Azriel Weizman, Chaim Weizmann, primer presidente del Estado de Israel, enterrado bajo cientos de anémonas rojas, antes de convertirse en estatua Weizmann, en Instituto Weizmann, en avenida Weizmann, en Irom Bean láser Weizmann: los palestinos son las piedras de Judea.
-Obstáculos a remover-.

Guerra santa, dicen.
Lo justo es que se maten entre si todos los dioses.

¿Patear guijarros aventura fascinaciones?

Ahora es preciso imaginar la insurrección de las máquinas de matar.
Anticipar la rebelión en la que los aeroplanos se rehúsan a volar, las bombas renuncian a estallar, las cámaras a vigilar, los tanques a maniobrar, los fusiles a tronar.

Ahora urge que la libertad traspase su concepto.
Ser un misil que retumbe por encima de las nubes.
En la estratosfera. Lejos de todo.
Para no dañar, no matar.
A nadie, a nada.
Y se derrame en fuegos artificiales sobre la tierra de los filisteos.

Patear guijarros atiza esperanzas doctas.

¿Si, la ínfima piedra atraviesa los zapatos, las botas altaneras, los borceguíes del colono?
¿Si, la más insignificante fantasía de libertad es capaz de incomodar y destilar el deseo?
¿Si, el cuerpo de un viejo palestino se aúpa sobre la angustia para que ella no deambule por las veredas?
¿Si, el pedrusco en el puño de una niña gazatí es el diamante que redime a todo el universo?

Diminuto cristal que se robustece del escombro y deserta de bordes, límites, cercas y tierras de nadie.

Después, cuando se haya comido y bebido toda la vieja desolación confinada, cuando el nervio cese de tremar, cuando ya no asistan las explosiones, habrá que recapitular extravíos y capitular por segunda vez, o décima, al deseo.

Entonces, acaso el escombro devenga roca,
la roca se eleve en montaña,
la montaña estalle volcán.
Los volcanes empinen cordilleras.

¿Sobre las cumbres de las cordilleras se extinguirán los pavorosos fuegos de la desesperanza?


Mayo de 2024

Gaza, la exasperación del concepto
Imagen: icrc.org