Coronacrisis. ¿Cómo entenderla? ¿Cómo entender la crisis en el contexto que hemos estado desarrollando, es decir desde la perspectiva del carácter cada vez más ficticio de la acumulación capitalista? ¿Cómo entender las posibilidades políticas de la situación actual?

 

Curso La Tormenta 2020 / CORONACRISIS V

 

NARRATIVA DE LA SESION 11 

Primera Parte

(que es una continuación de la Narrativa 10)

 

Estamos buscando la esperanza en tiempos de desesperanza.

Es como ir a la búsqueda de una flor silvestre que tal vez no exista. Tal vez es una flor que sólo se puede ver si nos ponemos lentes especiales.

No es solamente cuestión de mirar desde abajo y a la izquierda. Esa mirada sí es importante y en la última sesión nos enfocamos en la ayuda mutua y la indignación y las contradicciones de ambas. Pero estas luchas desde abajo tienen que entrar en contacto con su expresión fetichizada que es la fragilidad del capital y que hemos visto en la expansión del capital ficticio.

La fragilidad se manifiesta no como fragilidad sino como fuerza y violencia. Es muy posible que la crisis vaya a ser una crisis prolongada/ postergada que dure muchos años: de crecimiento bajo, desempleo, pobreza, frustraciones, violencia, crimen (otra “década perdida” para América Latina), probablemente nacionalismo, militarismo. ¿En qué nos ayuda pensar que esta violencia sea expresión de la fragilidad del sistema?

Tal vez hay que enfocarnos en la cuestión del crédito/ deuda. El endeudamiento es un intento de predefinir el futuro, de extender la homogeneidad del tiempo actual. De parte del capital es una apuesta sobre este futuro, sobre la explotación y la disciplina social futura: una apuesta que busca al mismo tiempo amarrar el futuro. No es una apuesta como una apuesta en un juego de ruleta que no tenga influencia sobre el resultado. Al contrario, es una apuesta que busca todas las medidas posibles para asegurar que gane: la ley, la policía, la educación, las políticas monetarias y económicas, etcétera. Pero sigue siendo una apuesta, sigue siendo un intento de definir algo que todavía no pasa y que posiblemente nunca va a pasar: la producción de una plusvalía adecuada apoyada por una disciplina social suficiente. Un ejemplo obvio sería la expansión enorme del endeudamiento estudiantil en los últimos años, sobre todo en los Estados Unidos pero en muchos otros países también. La deuda estudiantil ejerce una fuerza enorme para definir el futuro (es decir, la vida) de los ex-estudiantes como una vida dedicada al trabajo abstracto y el salario. Al mismo tiempo se sabe que hay tasas muy altas de impago.

En este momento el capital está entrando a una expansión del crédito mundial público y privado sin precedentes, mucho más grande que en 2008/2009. Va a tener como consecuencia una prolongación de la crisis: no va a haber recuperación rápida. Va a significar tasas de crecimiento muy bajas y va a haber muchísimas faltas de pago al nivel nacional (como Argentina actualmente), al nivel de empresas no financieras y bancos y al nivel de individuos. La reproducción social se va a realizar (en la medida en que se realiza) aún más a través del crédito. Ahí está la fragilidad detrás de la violencia del capital. Ahí está tal vez el talón de Aquiles del capitalismo.

 

¿Cómo podemos explotar esa fragilidad?

Muchas veces las políticas desde la izquierda contra el pago de la deuda se plantean solamente en términos del Estado: Argentina o Grecia o México no deberían pagar sus deudas, tiene que haber una moratoria de pago para los países pobres en este momento, etcétera. Todas estas renegociaciones al nivel estatal sirven para reproducir el sistema financiero de crédito que es el centro del capitalismo. ¿Cómo plantear la fragilidad-ficción-endeudamiento desde nuestro punto de vista, conscientes que es y va a seguir siendo elemento central de la experiencia de la opresión capitalista y de los conflictos en los años que vienen (si es que todavía hay capitalismo en los años que vienen)? Se me ocurren varias cosas.

Una forma de subvertir el sistema crediticio sería obviamente a través del hackeo. El problema principal es que no veo cómo pueda crear la base de una sociedad auto determinante. No lo veo como una forma prefigurativa de política, pero no conozco bien las discusiones alrededor de esta forma de acción.

Otra idea, propuesta por David Graeber entre otros, es de retomar la figura histórica del jubileo, una cancelación de todas las deudas. Se ha mencionado por los comentaristas especialistas como única manera de resolver la acumulación actual de la deuda. El problema es que sería re empezar el mismo juego, no habría ningún cuestionamiento al dinero como relación social.

Otra forma de acción es la organización de solidaridad contra los desahucios y las reposesiones por deuda. Ha habido muchas organizaciones de este tipo (el barzón en sus tiempos más radicales, por ejemplo) y tal vez van a adquirir un significado nuevo en el contexto de los próximos años.

En las discusiones de la deuda como reflejo fetichizado de nuestra fuerza y fragilidad del capital, tal vez la cuestión central es la del tiempo. Ahora es un momento especial: para mucha gente el pago de las deudas (renta, hipoteca, préstamos, tarjetas de crédito) está suspendido, sea por convenio, por huelga de pago o simplemente por la imposibilidad de realizar los pagos. Es un momento para pensar en cómo romper la predefinición del futuro personal y social que significa el crédito. La única emancipación posible del futuro es la abolición del dinero y el establecimiento de relaciones no mercantiles de producción. Puede ser que nos ayude enfocarnos en el talón de Aquiles del capitalismo actual.

Agrego un párrafo inspirado en comentarios de Edith y Panos. Insistir que “estas luchas desde abajo tienen que entrar en contacto con su expresión fetichizada que es la fragilidad del capital” tiene consecuencias importantes. Implica asumir que esta crisis es nuestra, que estamos en medio de ella, que es nuestra creación aún si no la reconocemos. La crisis es una explosión mundial de la fragilidad del capital y tenemos que responder diciendo: “ahora sí, ¡este es nuestro momento! Como nunca, el capital ha fracasado. Como nunca, está claro que el capital nos está llevando a la destrucción total. Ahora sí, nos toca subir a la escena y hacer lo que podamos.” Como decíamos antes (citando a Raoul Vaneigem): ¡hic Rhodus, hic salta!

Esta posición está en contraste con la idea del arca de Noé, la idea de que todo lo que podamos hacer es encerrarnos temporal y espacialmente en las comunidades hasta que pase la tormenta. Tenemos que entender las luchas de las comunidades indígenas no como solución sino como parte de las muchas luchas que se están dando y que se van a dar en el mundo, contra y más allá del capital.

Terminamos con un poema que me mandó Edith:

 

Poesía de la crisis

 

¿Somos lxs niñxs gritándole al rey que no lleva ropa?

¿Gritos ahogados que no alcanzan a tener eco?

Sonido en el vacío, eco ausente.

¿Acaso los demás no se han dado cuenta que el rey camina desnudo?

El capital es una caricatura.

La que camina en el abismo.

Pronto va a caer.

Pero ahí está el peligro, de qué manera va a caer.

El regreso a la normalidad es la narrativa de su caída,

y desafortunadamente también de la nuestra.

¿El rey camina desnudo?

 

***

 

Segunda parte

 

La propuesta de Aline: “Te escribo porque platicando con otros compañeros de la región del Istmo coincidimos en proponerte que ante la crisis que estamos viviendo sería muy bueno ofrecer una explicación por parte de personas que se dedican a estudiar el capital.

Por ello, hemos pensado en plantearte la posibilidad de que grabes un breve video en el que ofrezcas una explicación en la cual se desarrolle la fragilidad y falsedad del capital. En ese sentido, nuestro potencial del poder hacer. Aunado a la embestida que está potenciando del gobierno de la 4T, con el Corredor Interoceánico, el cual se detalla en el pronunciamiento que hace un momento te hice llegar.”

Este no es un guion final. Es un borrador para discutir en el seminario.

 

Estamos viviendo el fracaso del sistema capitalista.

No se presenta así. Se presenta como “mala suerte”. Llegó un virus desconocido con consecuencias terribles y la mejor forma de limitar el número de muertes es quedándonos en casa, probablemente por un par de meses. Obviamente esto tiene consecuencias económicas fuertes. Muchas actividades se tienen que parar. El turismo, por ejemplo. Si la gente se queda en casa, entonces los autobuses, restaurantes, los hoteles, las aerolíneas van a sufrir. Si la gente se queda en casa, todas las personas que viven de vender comida en las calles van a sufrir, muchas tiendas van a sufrir. Todo está suspendido por el momento: la construcción, los viajes, los eventos, las fiestas, las clases. Ni modo, es necesario aguantar un par de meses para proteger la salud de todas y todos, y luego vamos a regresar a la normalidad.

Pero no es exactamente así. El coronavirus no sale de la nada, no es “mala suerte”. Es producto de la destrucción de la naturaleza que es característica del capitalismo, consecuencia de un sistema donde lo importante es la expansión de la ganancia, no el respeto por la vida. Toda/os hemos visto la multiplicación en los últimos años de los megaproyectos que producen ganancias para las grandes empresas y destruyen el equilibrio tradicional entre los humanos y las otras formas de vida que nos acompañan en el planeta. Un elemento especialmente destructivo ha sido la industrialización de la agricultura y la destrucción de huertas y ejidos tradicionales. Parte de este proceso es la destrucción de los lugares donde viven los animales silvestres: destruye la separación entre esos animales y los humanos y produce las condiciones para la transmisión de virus de los unos a los otros. En los últimos años se había advertido muchas veces de la llegada posible de un virus que tendría consecuencias catastróficas. La llegada del coronavirus, entonces, no es mala suerte, sino producto de la destrucción capitalista de la naturaleza. Si continúa esta destrucción, es muy probable que existan más pandemias en los años que vienen.

Lo del efecto económico no es mala suerte tampoco. Es cierto que si nos quedamos en la casa por un par de meses sin ir a trabajar, toda/os vamos a ser más pobres. Pero lo que está empezando y que va a seguir desarrollándose en los próximos meses es mucho más grave. Toda la reproducción mundial del capitalismo está basada en el crédito. Las empresas sobreviven y crecen sobre la base de dinero que ellas piden prestado a los bancos. En los últimos treinta años han acumulado deudas que ellas ya no pueden sostener, no las pueden pagar. Ya casi se cayó todo el sistema de crédito en 2008, pero se salvó a través de más préstamos. En el último par de años se ha hecho claro otra vez que el sistema estaba a punto de caerse. El coronavirus es el detonador de esta caída. Los diferentes gobiernos están tratando de detenerla, invirtiendo cantidades de dinero sin precedentes para extender el crédito, pero lo más seguro es que no la van a poder detener. Todo indica que el mundo entero está entrando a la peor crisis económica de los últimos noventa años. Es muy probable que la caída económica dure mucho tiempo, ya se está hablando de otra “década perdida” para América Latina. Van a decir que es parte de la “mala suerte” del coronavirus, pero en realidad el virus nada más está precipitando una crisis que ya se veía venir.

Somos nosotra/os la/os que sufrimos las consecuencias del fracaso del sistema, de la podredumbre del sistema. Pero no quiero decir con eso que nosotra/os somos las víctimas. A veces se dice que es culpa del gobierno o culpa de los capitalistas, como si quisiéramos que los capitalistas fueran mejores capitalistas o que los gobiernos pudieran dar más apoyo a los capitalistas. Pero no: el capitalismo es un sistema que tiene su lógica, la lógica del dinero, la lógica de la ganancia. Es esta lógica que destruye la naturaleza y crea las condiciones para la pandemia. Es la misma lógica que empuja al capital a ir más y más rápido, a explotarnos más y más, a exigir más y más eficiencia de los trabajadores, más y más obediencia de la población entera. El capital estaría feliz convirtiéndonos en robots humanos. Si está en crisis, es porque no lo ha logrado. Todavía. Por años ha fingido lograrlo a través de la expansión del crédito, pero esa ficción ya no se puede mantener.

Tenemos que pensar entonces si queremos que funcione bien el sistema o si queremos crear otra forma de organizar la sociedad. Si queremos que funcione bien, lo mejor es ser obedientes y dóciles. Deberíamos entonces dar la bienvenida al Tren Maya y al Corredor Interoceánico que tienen el objetivo de integrar el sur de México más intensamente al sistema capitalista. Hay que prepararse para ser meseros, limpiadoras de recámaras, prostitutas o prostitutos y las otras profesiones que se van a requerir si se logra la transformación del sur. Un problema, claro, es que es muy posible que no se logre esta transformación. La apuesta del gobierno de AMLO es integrar el sur a un capitalismo que está en crisis profunda. Muy probablemente no se va a dar la recuperación del turismo mundial que está en el centro del proyecto. El gobierno quiere destruir las comunidades para integrarlas a un sistema fracasado, a un sistema que está entrando probablemente a la crisis más profunda del último siglo.

Si queremos tomar el otro camino, el camino de la dignidad, el camino de crear otra organización social, no es la obediencia robótica la que es recomendable, sino la desobediencia. Digan NO al Tren Maya y a los otros megaproyectos que seguro van a seguir lloviendo en estos años. En la medida de lo posible, es necesario desvincularnos de la lógica capitalista de destrucción e ir creando espacios y tiempos que caminen en el sentido contrario. No va a ser fácil, los únicos caminos se hacen al andar y muchas veces significan conflicto. Implica defender y fortalecer las estructuras comunitarias que existen, pero críticamente sin idealizarlas. Sin embargo, la crisis no es simplemente una crisis oaxaqueña o mexicana o latinoamericana sino mundial, y es muy posible que se vaya a dar muchas revueltas de la dignidad en diferentes partes del mundo en los próximos meses y años en la medida en que la gente se vaya dando cuenta de que la pandemia es resultado del capitalismo y que la crisis económica es resultado del capitalismo. Es importante entonces que los caminos de desobediencia que vayamos creando se dirijan no solamente a las comunidades, sino que se entiendan como parte de un ¡Ya basta! mundial. ¡Ya basta de un sistema que está creando miseria! ¡Ya basta de un sistema que está destruyéndonos como parte de la naturaleza!

 

John Holloway, 4 de mayo de 2020

 

Gracias a Edith González y Panagiotis Doulos por sus comentarios.

 

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John Holloway: Curso La Tormenta (2020) Clase 3

 

Este curso es el desarrollo de un curso que se impartió por primera vez en 2016 y que se publicó en el libro «La Tormenta». La segunda versión se impartió en 2018.

 

 

John Holloway: “¿Qué hay en la situación actual que nos abra perspectivas hacia otro mundo?”

 

Trabajan para hacer posible la organización de los materiales del curso, su corrección y edición en Comunizar: Edith González, Lucía Contartese, Daniel  Contartese y Luis M. Bardamu.