Tu sueño imperios han sido, de Álvaro Enrigue, es una narración contrafáctica de la llegada de Hernán Cortés a la corte de Moctezuma, pero también es una novela sobre drogas y una experimentación del lenguaje y la imaginación desbocada. Moctezuma está bajo los efectos de los hongos alucinógenos durante toda la trama y, en una escena culminante, él y Cortés toman peyote juntos, lo que puede parecer una broma, pero que, en las hábiles manos de Enrigue, es la culminación de una maniobra política magistral.
La novela parece estar llena de mezquindad e intriga, con sus personajes compitiendo por el poder a todos los niveles, pero es mucho más que eso. Cargada de detalles históricos trastocados en absurdos: las sandalias de oro y las gemas de Moctezuma le incomodan los pies, un oficial español llega tarde a una reunión porque se está cortando las uñas de los pies, y hacerlo “con una daga no es tarea fácil, y mucho menos ponerse las botas con los dedos sangrantes”. Como una suave alucinación, la novela, como si fuera un viaje de hongos, recompensa a aquel lector que se relaja y que no intenta tomar el control ni comprenderlo todo.
Podría trazarse un vínculo entre la Tenochtitlán de Enrigue y los poderosos Estados de nuestro presente. Tu sueño imperios han sido está colmada de personas, en su mayoría hombres, que compiten por conseguir influencia en un gobierno cuyas alianzas, abiertas o no, están a punto de estallar. Pero el autor no ofrece aquí ninguna alegoría. No hay comparaciones claras ni clausuras definitorias. En un comentario sobre la lengua náhuatl que forma parte del texto, Enrigue sugiere: “No se preocupen demasiado por [entender]… Los lectores mexicanos tampoco sabrán de inmediato qué es un macehuatl o un pipil. Dejen que los significados se revelen por sí mismos”. También es un buen consejo para leer su amplio y cautivador elenco de personajes que son escurridizos y fascinantes, fáciles tanto como para empatizar como para odiar. Lograr ese equilibrio es complicado en cualquier novela, y más aún en una ambientada en una versión alternativa del siglo XVI. En este caso, es un gran logro. Al principio del libro, Enrigue escribe sobre los conquistadores: “Iban improvisando sobre la marcha, con resultados extraordinarios”. Lo mismo podría decirse de él.
La primera página de Tu sueño imperios han sido:
El capitán Jazmín Caldera, nativo de la villa de Zarzales, Extremadura, no podía comerse el caldo de guajolote con flores que tenía enfrente, aunque estuviera muerto de hambre y se presintiera exquisito. Le habían asignado en la mesa un lugar entre el sacerdote de Xipe y el de Tezcatlipoca. El primero llevaba por capa la piel, ya renegrida por la pudrición, de un guerrero sacrificado hacía quién sabe cuánto. El segundo tenía la greña, que no se había cortado ni lavado desde su profesión en el templo, charpeada por lustros de sangre sacrificial -diaria de güillota, a veces de tortuga o coyote, pero también, en fiestas grandes, y había una cada veintena, de guerrero preferiblemente tlaxcateca.
Jazmín Caldera extendió la mano para tomar el pocillo de barro cristalizado en el que una mujer le había servido chocolate disuelto en agua con miel, chile y vainilla. Aspiró el olor tan profundamente como pudo. Enfocó la mirada en su plato, tratando de ignorar el perfume a lobo que desprendían sus compañeros de mesa. Alzó la vista en dirección a la cabecera. El capitán general de la expedición lo veía fijamente, ordenándole, con esos ojos helados que tenía, que no dijera nada y se comiera de una buena vez su sopa.”