Sergio Tischler
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En memoria del compañero Gero,
Promotor del Centro de Español y Lenguas
Mayas Rebelde Autónomo Zapatista, CELMRAZ,
de Oventik.
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¿Qué se entiende por El Común del que hablan hoy con especial énfasis los zapatistas? ¿Cuál es su concepto y su materialización práctica? No es algo que me quede suficientemente claro, y como estoy muy interesado en el tema, me he permitido hacer la siguiente reflexión, a riesgo de la alta probabilidad que tengo de equivocarme. Pero ni modo, es un riesgo necesario. Porque siguiendo el método o modo zapatista, podemos ampararnos en la perspectiva de que El Común no es una verdad establecida, sino una palabra que implica un campo abierto a la discusión. Y esto, porque esa palabra, según entiendo, es un modo de nombrar diversas luchas que surgen del antagonismo de la forma capitalista de las relaciones sociales.
Suponemos, en ese sentido, que El Común es parte de un proceso en construcción “desde abajo y a la izquierda”; como arriba se planteó, es algo abierto, y no algo dado, definido y cristalizado en una forma social ya devenida.
Ciertamente, sabemos que El Común es parte fundamental de las luchas del zapatismo, en cuya experiencia la crítica de la propiedad en cualquiera de sus formas (tema de la No propiedad) es un eje central. Sin embargo, no es difícil percatarse que lo que nombra va más allá de esa experiencia particular, y que en él existe un plano más general que nos interpela y que guarda relación con el concepto mismo de lucha. Esta cuestión aparece con mayor claridad cuando nos hacemos la pregunta sobre el común de El Común.
¿Qué es el común de El Común? El es de la pregunta nos empuja a una respuesta afirmativa y a una definición (es esto, es lo otro, etcétera). Sin embargo, más bien, habría que poner el acento en la negatividad que se manifiesta en las luchas particulares: en la fuerza de lo negado en la forma clase de las relaciones sociales; en el desbordamiento de dicha forma por parte de lo negado; en la crisis de esa forma por dicho desbordamiento.
En ese sentido, algo que nos interesa señalar, es que el tema de El Común abre la posibilidad de una discusión en torno a la idea de lucha de clases, con una peculiaridad: No para subsumirlo en un campo ya cristalizado teóricamente sino para abrir críticamente el concepto.
Desplegar una argumentación extensa y profunda al respecto, está fuera de las de los límites de esta breve nota, la cual solamente se propone expresar de manera intuitiva una aproximación personal al tema.
Teniendo en cuenta esa acotación, nos interesa señalar que la idea de lucha de clases tiene su propia historia, y que no ha sido unívoco sino un campo en disputa teórica con consecuencias prácticas. Un rasgo que es necesario señalar en esa historia, es la positivización y reificación del concepto. En esa deriva, la idea de lucha de clases fue perdiendo su contenido crítico-dialéctico.
La caída de la URSS nos envió de nuevo a 1917, ahora para preguntarnos por una derrota histórica. La pregunta nos persigue, y es parte de nuestro sueño anticapitalista. En ese sentido ¿cómo podemos relacionar El Común con una lectura a contrapelo de la idea reificada de lucha de clases?
Para una aproximación, es necesario tener en cuenta la idea de revolución que los zapatistas han desplegado en sus declaraciones y en su práctica. Como es conocido, esta idea rechaza la lucha como cierre práctico y epistémico, expresado en categorías de dominación, tales como las de hegemonía, homogeneidad, identidad, y otras; lo cual, implica una crítica a las formas de poder del capital, en particular, a la forma Estado. Ellos han planteado que el Estado no es ninguna solución sino un problema. (Cuestión que no supone un rechazo abstracto del tema, sino la necesidad de desarrollar, desde abajo, otra política, consecuente con la crítica a dicha forma).
El Común del zapatismo no debe ser confundido con una idea de comunidad particular; y, en general, con una política fundada epistémicamente en un cierre identitario. En ese sentido, se puede decir que El Común nombra algo que no puede ser aprehendido con categorías de totalidad sino, más bien, en términos de la crisis de la totalidad y su crítica, fundamentada ésta en la necesidad de abolir el trabajo abstracto como núcleo de la forma clase de las relaciones sociales. En otras palabras, El Común solamente puede ser entendido como categoría crítica en términos negativos (no identitarios). Porque esto, que estamos nombrando por El Común, es lo negado en la clase en tanto forma del dominio del capital; pero también es lo negativo de la clase y, como tal, el registro de una posibilidad histórica, la de la disolución de la clase y de un universal que se reproduce en y a través de esa forma.
En ese tenor, habría que decir que la clase es una categoría contradictoria; por un lado, es forma de las relaciones sociales y, como tal, condensa la dominación del sistema, del universal; por otro, es la posibilidad objetiva de la creación de un mundo liberado de la forma clase de las relaciones sociales. Cabe hablar entonces, de El Común como una manera de nombrar la lucha por ese mundo otro.
A veces, esto se presenta como una atmósfera, como un aire, como algo que va más allá de definiciones puntuales y dimensiones operativas; sin embargo, El Común es algo organizado desde abajo, desde la entraña de la lucha, la cual es también idea. Cada lucha tiene su lenguaje específico. El lenguaje común de las luchas no es la imposición de un lenguaje general desde la abstracción del pensamiento, sino que surge de la comunicación de las luchas.