Películas para ver, sentir y pensar
“El cine no representa la vida, la crea” (Jean-Luc Godard)
UNREST
Director: Cyril Schäublin – Año: 2022 – Duración: 93 minutos

Unrest narra el fervor político que crece bajo la superficie de una tranquila y pintoresca ciudad industrial en la Suiza de finales del siglo XIX . Esa ciudad, ubicada cómodamente junto a las montañas Jura, alberga una fábrica donde los trabajadores ensamblan meticulosamente relojes a mano, ajustando una pequeña rueda en espiral, conocida como unrueh (unrest, sin descanso), con el tipo de precisión científica por la que los suizos son conocidos. Sin embargo, el malestar está ocurriendo a su alrededor, a medida que el floreciente movimiento anarquista se hace fuerte en la fábrica y en la comunidad, enfrentando a los trabajadores, casi todas ellas mujeres, contra los poderes fácticos que manejan todo como un reloj, reduciendo a los seres humanos a meros engranajes en la rueda de la máquina capitalista.
Es una película política, además de histórica. Si bien el drama nunca se enciende totalmente, Schäublin nos mantiene constantemente fascinados con sus detalladas recreaciones históricas y agudas observaciones sobre la ciencia, la fabricación y la tecnología, y cómo afectaron las vidas de los trabajadores. En la fábrica, Josephine y sus compañeras de trabajo no solo están sobre el reloj todo el día, sino que cada uno de sus gestos se mide al segundo exacto, en una búsqueda por la eficiencia industrial que, décadas más tarde, se conocería como taylorismo y fordismo. La ciudad en sí también está en el reloj: en realidad, varios relojes diferentes. Diez años antes de que la hora estándar se convirtiera en algo, el centro de relojes esta ciudad funciona con cuatro relojes diferentes: hora de fábrica, hora municipal, hora de telégrafo y hora de ferrocarril. De este modo, se puede llegar temprano al trabajo y aun así llegar tarde.
APRIL
Directora: Dea Kulumbegashvili – Georgia, 2024 – Duración: 134 minutos

La directora georgiana Dea Kulumbegashvili presenta una obra de profunda contención formal que narra, desde el silencio y la observación clínica, el desgaste emocional y moral de una mujer atrapada entre la responsabilidad médica y la condena social. La película gira en torno a Nina, una obstetra en una zona rural de Georgia que realiza abortos clandestinos y enfrenta una investigación tras un parto fallido. Sin estridencias, Kulumbegashvili construye un retrato brutalmente íntimo del dolor, la culpa y la soledad estructural.
Narrativamente, April rehúye el dramatismo convencional. El guion es minimalista, casi ausente de diálogos expositivos. Lo que ocurre —los procedimientos médicos, las acusaciones, los momentos de desesperación— se filtra en la imagen y el sonido antes que en la palabra. La historia no se entrega como una progresión clásica, sino como una serie de momentos sostenidos, donde el tiempo no se comprime, sino que se dilata, exigiendo una atención profunda y comprometida del espectador.
El uso de planos fijos prolongados es uno de los rasgos más distintivos del film. La cámara, en lugar de intervenir, observa: inmóvil, a distancia, sin cortar. Esta elección formal potencia la tensión interna de las escenas y transmite una sensación de inevitable exposición, como si los personajes estuvieran atrapados en un espacio que no les pertenece. La fotografía de Arseni Khachaturan apuesta por una paleta sobria, naturalista, en la que predominan los grises, los marrones y los blancos clínicos. Las composiciones visuales están cuidadosamente medidas, incluso en las secuencias más crudas, como los partos o los abortos, que no se eluden ni se estetizan, sino que se muestran con una honestidad perturbadora.
Kulumbegashvili se alinea con un cine que privilegia la observación antes que la construcción de espectáculo. Influida por el realismo lento y por el rigor del cine de autor europeo y asiático contemporáneo, su aproximación busca más registrar que manipular. La música, usada con extrema discreción, y el sonido diegético (llantos, pasos, respiraciones, agua) juegan un papel esencial en la atmósfera. Incluso los momentos oníricos o alucinatorios, como la aparición de una figura monstruosa en el paisaje, no rompen el tono realista, sino que emergen como una extensión de la experiencia psicológica de Nina.
El contexto de realización es fundamental para entender el alcance de la película. En la Georgia contemporánea, donde el aborto es legal pero estigmatizado, y donde los derechos de las mujeres son frecuentemente subordinados a estructuras sociales patriarcales, April toma una postura política sin necesidad de proclamarla abiertamente. Filmada en locaciones rurales, con recursos limitados y un elenco que combina actores profesionales y no profesionales, la película se sitúa dentro de una nueva ola de cine georgiano que dialoga con lo local desde una estética universal.