Alejandro Olmo
Tormenta y resistencias
La forma en que nos relacionamos entre las personas y con la naturaleza es una forma mercantilizada y enajenante que el capital impone con el único fin de producir plusvalía. Este relacionamiento ha ingresado en los últimos tiempos en una acelerada crisis, y el “descontrol” del capital en crisis genera, como respuesta, una intensificación de la violencia destructiva que inclusive podría desembocar en la extinción parcial o total de la vida en el planeta.
La tormenta es el exponente de la crisis de las relaciones sociales capitalistas.
Las guerras como la de Rusia vs. Ucrania-OTAN, los genocidios como el de Gaza, la destrucción de territorios enteros para convertir en mercancía el agua y la tierra, los desplazamientos migratorios en muchas partes del mundo o la pandemia del 2020 son algunas de las expresiones más elocuentes de la tormenta. La tormenta sobre la cual lxs zapatistas nos vienen advirtiendo desde hace años.
Sin embargo, la crisis no es consecuencia solo de una “ineficiencia” en el manejo del sistema por parte de capitalistas y gobernantes, sino que también tiene que ver con las resistencias, conscientes e inconscientes, que de diferentes maneras ejercemos las personas contra la mercantilización y contra la explotación del trabajo. Esto quiere decir que tenemos una relación dialéctica e interna con la tormenta, estamos dentro de ella y cuando rechazamos la forma de vida que impone el capitalismo provocamos la agudización de la crisis, la intensificación de la tormenta.
En muchas de las resistencias contra la tormenta se producen momentos o espacios de autoorganización donde las personas involucradas descubren que es posible vincularse de otra manera, que se podría vivir de otra manera.
Rechazamos y resistimos la tormenta pero nos damos cuenta de que eso no basta para detenerla. Es en este punto donde me parece que a partir del rechazo, necesitamos ir más allá, intentar dar otro paso. Para cambiar el mundo necesitamos crear y desarrollar otra forma de relacionarnos.
Crear otro mundo

Es necesario entonces crear otro mundo, es necesario generar otra forma de organizar las relaciones entre personas y con la naturaleza.
Sabemos que no es suficiente con oponernos al capitalismo y sabemos hace tiempo también que la revolución no consiste en tomar el poder del Estado. Necesitamos ir creando otra forma de vida a partir del rechazo, de la negación del mundo del capital.
La creación de ese otro mundo implica necesaria e inevitablemente rupturas con el capital, el trabajo y el dinero. Implica generar, simultáneamente, grietas en las relaciones sociales capitalistas. Crear otro mundo desde el interior de la tormenta y contra ella, “en-contra-y-más allá” como dice John Holloway.
En diciembre de 2024. en la “Primera Sesión de los Encuentros de Resistencia y Rebeldía”, lxs zapatistas convocaron a reflexionar sobre “La tormenta y el día después”. En el encuentro, el zapatismo demuestra una vez más su capacitad de recrearse cambiando su estructura organizativa al darse cuenta de que esta no les estaba funcionando.
Sin embargo, la convocatoria no fue solo para explicar esta reorganización, sino para establecer un diálogo con quienes no son zapatistas, con los “ciudadanos” como nos llaman a quienes vivimos en las ciudades. Porque así como relataron la extensión del nosotrxs hacia los “hermanos” (pueblos originarios no zapatistas) también proponen incluir en ese nosotrxs a los movimientos, grupos o personas individuales rebeldes que están, de una u otra manera, resistiendo la tormenta en distintas geografías. (Para agosto de 2025 está pensada una segunda sesión de estos encuentros donde se va a invitar a dichos grupos)
En este primer episodio del diálogo, surgieron como propuesta dos temas que, desde mi punto de vista, constituyen un desafío y a la vez un contagio de entusiasmo y esperanza rebelde: el llamado a crear otro mundo alternativo al capitalismo desde ahora, ante una posible catástrofe provocada por la tormenta y, enlazado directamente a ese llamado, la generación de lo que el zapatismo llama “El común”.
Para crear otro mundo el desafío que nos proponen es generar un común en cada lugar donde se viva.
Lxs zapatistas explicaron que están realizando el común en torno a compartir la tierra, lo cual consiste básicamente en trabajar la tierra en común y repartir equitativamente entre todxs lo que se obtiene de ella. Moisés comenta que, como escucharon en su viaje a Europa en una zona de Chipre, “la tierra no es de nadie, es de todxs” y que al compartir la tierra se rompe con el pensamiento individualista de la propiedad privada. Luego de explicar esta idea y el proceso que están realizando, el capitán insurgente Marcos instó a quienes vivimos en ciudades, a generar el común en y según nuestras geografías.
Si pensamos entonces en las ciudades lo obvio que en principio salta a la vista es que no se tiene la tierra para compartir y obtener alimentos y por lo tanto tampoco para establecer vínculos para un común en torno a ella. Pero el problema fundamental es que en las ciudades (o en el campo industrializado) los vínculos entre las personas están más fuertemente atravesados por el trabajo, asalariado o no. El trabajo abstracto, que impone el tiempo de la producción y es el gran cohesionador de las relaciones sociales capitalistas, se nos presenta como un freno, como un obstáculo “invisible” en cualquier experiencia rebelde.
Por lo menos en mi experiencia junto a la de otrxs compañerxs, desde el estallido del 2001 en Argentina hasta hoy, lo más difícil siempre es romper con la enajenación del trabajo, ya que no es posible dejar de trabajar de un día para otro y desactivar la sujeción que este genera.
Ante este problema, el desafío entonces es generar haceres que propicien otro común como eje. Tal vez habría que apuntar a generar espacios de convivencia desde donde ir generando esos haceres mientras intentamos liberarnos del trabajo. Espacios de lucha que propicien un relacionamiento diferente, desmercantilizando los vínculos, provocando a su vez fisuras en las relaciones sociales imperantes. Y esto implica una lucha por romper con el trabajo abstracto.
Los haceres pueden ser muy diversos, desde la autoorganización barrial para buscarle solución a un problema local hasta una asamblea donde las personas se congreguen a debatir cómo cambiar el mundo. O, en realidad, hacer las dos cosas, conectando problemas y necesidades particulares con otras más generales y que (solo en apariencia) son menos inmediatas. Es necesario entonces generar, a partir de las luchas particulares, ideas generales o universales sobre cómo cambiar el mundo. Recordemos la metáfora zapatista de la hidra capitalista que se presenta con muchas cabezas. Si cortamos una de sus cabezas crecen varias nuevas, por lo tanto nuestra lucha debe destruir la hidra, en lugar de las cabezas.
En cualquier caso estos espacios deben ser espacios de debate permanente donde se vayan generando acciones que surjan de manera autodeterminada. Espacios/haceres autoorganizados no-jerárquicos, que propicien la ayuda mutua, el compañerismo, la amistad. Claro que estas son ideas muy generales y el desafío es cómo juntarnos y llevarlas a la práctica.
“El común” que nos proponen los zapatistas lo interpreto, no como algo que ya existe y hay que descubrir, sino como algo a ir creando. Partiendo de la negación, de la lucha que se rebela contra la dominación del capital, necesitamos ir creando ese otro mundo.
Pienso ese común más que nada como un movimiento, un comunizar que desborde el trabajo abstracto que permanentemente nos contiene y nos determina.
Un comunizar que implicaría la posibilidad de autodeterminarnos, de liberar nuestras riquezas, nuestras capacidades de creación de vida que hoy están enajenadas en la producción de mercancías. Implicaría también romper con el tiempo del dinero abriendo el camino a un tiempo de creación.
La generación de diferentes espacios/experiencias de nuevas maneras de organización y relacionamiento, en diferentes lugares, probablemente ayude a ir poniendo en crisis las formas identitarias propias del capital.
Y porque no, pensar en una red o en redes de comunes diversos que conformen la base para la creación de ese otro mundo, desbordando el mundo capitalista.